La Revolución de Febrero- Nahuel Moreno
En éste trabajo Nahuel Moreno explica el concepto de Revoluciones de Febrero. Esta categoría resulta fundamental para comprender el desarrollo de la Teoría de la Revolución Permanente en el siglo XX, y sobre todo, en el siglo XXI. Éste trabajo se encuentra en la obra de Nahuel Moreno de 1980 llamada "Actualización del Programa de Transición", en cuya Tesis XV denominada "Una Etapa de Revoluciones de Febrero y ninguna Revolución de Octubre" Moreno desarrolla este concepto. Ésta Tesis es la que reproducimos a continuación
Contra todos nuestros pronósticos, después de la Rusa no se ha producido ninguna revolución de octubre, triunfante ni derrotada. Esta postguerra, pese a ser la etapa más revolucionaria de la historia, sólo ha originado revoluciones de febrero. Algunas triunfantes, otras derrotadas y otras congeladas, pero solamente revoluciones de febrero.
Antes de profundizar la anterior afirmación, debemos distinguir entre la revolución de octubre y la expropiación de la burguesía, puesto que, antes de la guerra, la única revolución que llegó a expropiar a la burguesía fue la de octubre de 1917 y ello nos condujo a una falso analogía y a la afirmación de que ambos términos son sinónimos. La experiencia de esta postguerra demuestra que no es así.
Como toda revolución, la de octubre es un proceso esencialmente político-social con consecuencias económicas. Tiene dos características que la diferencian tajantemente de todas las demás revoluciones. La primera es el surgimiento de organizaciones revolucionarias de poder obrero y de masas, como los soviets. La segunda está íntimamente ligada a la anterior y es la determinante: la existencia de un partido marxista revolucionario que dirija la insurrección y la lucha armada y tome el poder sólo como un medio para desarrollar la movilización de las masas y la revolución socialista internacional. Faltando estas dos condiciones, no hay revolución de octubre.
La revolución de febrero es distinta a la de octubre, pero está íntimamente ligada a ella; debe ser el prólogo obligado a la de octubre para que la revolución siga avanzando.
Febrero es una revolución obrera y popular que enfrenta a los explotadores imperialistas, burgueses y terratenientes ligados a la burguesía y destruye al aparato estatal burgués o provoca su crisis. Por su dinámica de clase y por el enemigo que enfrentan, ambas son revoluciones socialistas.
La diferencia entre ambas radica en el distinto nivel de conciencia del movimiento de masas y, principalmente, en la relación del partido marxista revolucionario con el movimiento de masas y el proceso revolucionario en curso. Dicho sucintamente, la revolución de febrero es inconscientemente socialista, mientras que la de octubre lo es en forma consciente. Podríamos decir coqueteando con Hegel y Marx que la primera es una revolución socialista en sí, mientras que la segunda lo es para sí.
Las revoluciones de febrero tienen una lógica que refleja la situación del movimiento obrero y de masas en esta etapa de ascenso revolucionario. Casi todas las revoluciones surgen cuando sus profundas necesidades objetivas se tornan para el movimiento de masas en una situación intolerable. Pero en relación a esta situación objetiva que lleva a la revolución, su nivel de conciencia y el de sus direcciones sigue siendo atrasado. A pesar de este atraso, las revoluciones se producen. Esto tiene que ver con que el proletariado a diferencia de la burguesía bajo el feudalismo no puede madurar su conciencia en las condiciones del capitalismo; éste no es un proceso evolutivo sino revolucionario. Lo adquiere como clase dominada mientras lucha contra otra clase por el poder.
Esta combinación bajo nivel de conciencia con movilización revolucionaria de una envergadura tal que logra efectuar una revolución origina la revolución de febrero. El bajo nivel de conciencia que tiene este movimiento obrero aun durante la revolución, permite a los aparatos contrarrevolucionarios y a las corrientes pequeñoburguesas (reformistas por su programa y concepción) empalmar con él y dirigirlo durante una etapa.
La revolución de febrero es completamente diferente a la de octubre en cuanto a nivel de conciencia y dirección se refiere. La de octubre se caracteriza por tener a su frente a una dirección marxista revolucionaria; la de febrero es dirigida por los aparatos burocráticos y pequeñoburgueses del movimiento de masas. Este sector conscientemente contrarrevolucionario comprende el significado de la revolución de febrero e interviene en ella justamente para mantenerla en ese bajo nivel de conciencia y en el estadio democráticoburgués limitado al marco nacional, impidiendo que se transforme en socialista. Es decir, interviene para frenar a su enemigo mortal, la movilización permanente de las masas.
Esto es posible porque, generalmente, las tareas que enfrenta la revolución de febrero son democráticas. Como consecuencia del atraso del movimiento de masas y de la situación objetiva de la lucha de clases, estas revoluciones se han hecho siempre contra dictaduras despóticas, contra el totalitarismo y el bonapartismo característico del capitalismo en su etapa de agonía. Debido a ello, el oportunismo dirigente, para frenar la movilización, puede plantear que hay que detener la revolución en el logro de esos objetivos democráticos o nacionalistas.
Trotsky hizo un brillante análisis de la revolución de febrero y su relación con la de octubre. Señaló su carácter de revolución socialista que entrega el poder a la burguesía nacional a través de las direcciones oportunistas. Tanto sus estudios, como los escritos de Lenin de 1917, señalan cómo toda revolución de febrero podía como variante altamente improbable obligar a los partidos oportunistas, presionados por el movimiento de masas pero justamente para controlarlo, a trascender sus programas e intenciones, llegando incluso a romper con la burguesía como un paso hacia la expropiación del capitalismo y la estructuración de un estado obrero.
Pero esta perspectiva política y teórica era, repetimos, altamente improbable. El análisis clásico de Trotsky y de nuestra Internacional ha sido que la revolución de febrero es la antesala de la revolución de octubre, y sin esta última no puede haber ruptura con la burguesía ni expropiación de la misma, y ni siquiera cumplimiento de las tareas democráticoburguesas que subsisten.
En cuanto a las tareas, no hemos tenido razón, ya que la tercera parte de la humanidad exceptuando a la URSS ha llegado a expropiar a la burguesía y cumplido importantes tareas democráticas (derrotar dictadores, expropiar terratenientes, repartir la tierra a los campesinos, etcétera) sin revoluciones de octubre. Pero desde el punto de vista histórico y el desarrollo de la revolución socialista, Trotsky tenía razón: si después de la revolución de febrero no sobreviene la de octubre es decir, la conquista del poder por el partido marxista revolucionario apoyado en la organización revolucionaria del movimiento de masas no hay posibilidad de que la revolución se acelere y adquiera un carácter permanente.
El hecho de que hayamos confundido las revoluciones de febrero con las democráticoburguesas nos ha llevado a restarles importancia. En realidad, febrero tiene una importancia fundamental y decisivo, tanta como la que tuvo la conquista de los grandes sindicatos en la época reformista. Este siglo ha demostrado que son categorías distintas, aunque se combinaron en la Revolución Rusa. Febrero es una revolución socialista, categóricamente socialista, que destruye el aparato estatal capitalista mediante una lucha armada revolucionaria de los trabajadores. El hecho de que el eje esencial del programa de la revolución sean o no las tareas democráticas es un problema que entra dentro del Programa de Transición. El proceso transicional que lleva a la revolución de febrero le da enorme peso a las tareas democráticas. Pero esto no significa que sea una revolución democráticoburguesa. En este siglo salvo excepciones como la Revolución Rusa no hay más revoluciones democráticoburguesas; sólo hay revoluciones socialistas, aunque con o sin maduración del factor subjetivo.
En Rusia sí se dio una combinación de revolución socialista con democráticoburguesa en la de febrero. Pero esto se debió a la existencia del zarismo y de los terratenientes que lo sostenían. A pesar de ello, lo democráticoburgués es decir, la lucha contra los restos feudales no fue lo determinante, ya que el propio zarismo era parte del régimen imperialista mundial y estaba íntimamente ligado al capitalismo ruso.
Salvo algunas excepciones, esta situación ya no existe en el mundo. Ya no hay zares ni terratenientes feudales dominantes; en todas partes domino el imperialismo, el capitalismo, los terratenientes capitalistas o la burocracia. Todas las revoluciones actuales son socialistas por el enemigo que enfrentan la burguesía y su aparato estatal, y por el carácter de clase de quienes las hacen, los trabajadores. El proletariado debido, por un lado, a la agonía del capitalismo, su putrefacción, el retroceso general que le provoca a la humanidad y por el otro a sus prejuicios, bajo nivel político y la existencia de direcciones burocráticas y pequeñoburguesas que refuerzan dichos prejuicios y concepciones se vio obligado a llevar a cabo una revolución de febrero como prólogo a la necesaria revolución de octubre. Es decir, paga con un doble sacrificio y esfuerzo histórico este atraso de su nivel de conciencia y esta decadencia del capitalismo.
Debemos enriquecer el análisis de la Revolución Rusa dándole enorme importancia a la revolución de 1905 y a la de febrero de 1917. Debemos estudiar su relación con octubre. Porque contra todo lo que creíamos, se han producido revoluciones de 1905 y de febrero, no revoluciones de octubre. Todas las perspectivas e hipótesis que abrió la revolución de febrero, que quedaron en el camino por el triunfo de octubre, se han dada en esta posguerra. Podemos decir que esta postguerra es la etapa de la revolución socialista inconsciente o de febrero generalizada a nivel de todo el planeta. Visto con amplitud histórica, teórica, febrero posee una profunda lógica e importancia.
Si aceptáramos que sólo habrá revolución cuando el proletariado industrial dirigido por su partido marxista la haga, el proceso revolucionario del movimiento de masas quedaría paralizado, no podría hacer ninguna revolución hasta tanto hubieran madurado su conciencia y la de su partido, se detendría la lucha de clases y los trabajadores no podrían avanzar en el logro de conquista alguna. No es así: las luchas revolucionarias de las masas siguen alcanzando grandes conquistas históricas, haciendo revoluciones triunfantes a pesar de su inmadurez.
Esto nos lleva al problema de qué posibilidades existen de que se produzcan nuevas revoluciones de octubre. En última instancia, todo el ataque del revisionismo con la utilización de expresiones tomadas de la sociología burguesa va contra lo que ellos llaman el "modelo de la revolución de octubre". Al igual que Pablo, señalan que en esta postguerra el modelo no se ha vuelto a repetir, y extraen de allí la conclusión revisionista de que este tipo de revolución es cosa del pasado y no se repetirá. Según ellos surge una nueva teoría revolucionaria. Pero, como toda corriente revisionista, califica de nuevas a teorías viejos, de la época premarxista, cuando estaban planteadas las revoluciones democráticas populares contra el absolutismo. Llaman modelo nuevo a uno muy viejo: el de todas las revoluciones democráticas anteriores a Octubre.
Nosotros creemos exactamente lo contrario: no hay ninguna razón para que no se produzcan nuevas revoluciones de octubre; los febreros madurarán en la conciencia del proletariado y, a su vez, esa maduración contribuirá al fortalecimiento de nuestros partidos. Y estos dos procesos llevarán inevitablemente a la revolución de octubre, así como la de 1905 y la de febrero de 1917 llevaron al Octubre bolchevique. Es una secuencia inevitable del ascenso revolucionario. Lo que sí debemos reconocer es que el triunfo de octubre es mucho más difícil que el de febrero; y también que las revoluciones de febrero se producen y avanzan más de lo que nosotros creíamos, debido a circunstancias objetivas. Pero de allí no podemos hacer retroceder el pensamiento marxista para teorizar que las revoluciones de febrero son las únicas que se pueden dar en esta etapa revolucionaria mientras que la de octubre fue una excepción irrepetible.
Por otra parte, toda revolución de febrero que no se transforme en revolución de octubre degenera inevitablemente. No hay revolución de febrero que pueda tener ritmo permanente porque el papel de las direcciones pequeñoburguesas y burocráticas que están al frente es siempre el mismo: congelar el proceso de revolución permanente; frenar, enchalecar, derrotar al movimiento de masas. Por eso toda revolución de febrero haya o no expropiado a la burguesía origina revoluciones de febrero recurrentes. Esto significa que la revolución de febrero no constituye una solución de fondo del proceso revolucionario. Siempre obliga a hacer nuevos febreros o grandes movilizaciones de masas para frenar el retroceso inevitable provocado por las direcciones traidoras. Un magnífico ejemplo de este fenómeno es el hecho de que la traición de los mencheviques y socialrevolucionarios obligó a las masas a llevar a cabo la gran movilización contra Kornilov. Veamos otro ejemplo: la revolución portuguesa de 1974 fue una gran revolución de febrero que no se transformó en octubre y terminó llevando al gobierno derechista de Eanes al poder.
La revolución de febrero, al no solucionar nada aún cuando obtenga grandes triunfos origina febreros recurrentes. La revolución de febrero no sólo se da en muchos países en esta etapa revolucionaria sino que se repite varias veces en un mismo país, en tanto no avance hasta octubre. Por eso debemos precisar más la caracterización de esta época como revolucionaria: es la etapa de las revoluciones objetivas, esté presente o no el factor subjetivo. El ascenso revolucionario es tan grande que las revoluciones se producen aun con factores subjetivos inmaduros.
Pero las revoluciones de febrero que caracterizan a esta etapa y posiblemente seguirán caracterizándola durante mucho tiempo, mientras maduran las condiciones para las revoluciones de octubre son el prólogo de octubre, aunque el proceso se prolongue y muchas veces se frustre como ha sucedido en todos los casos de esta postguerra sin llegar a éste.
También ha originado un nuevo método para hacer la revolución que nosotros no habíamos contemplado, o por lo menos no lo habíamos captado en toda su magnitud: la guerra de guerrillas.